Se llama Javier Beleño Muñoz, tiene 39 años y el mensaje de su WhatsApp reza: "al servicio de los demás". Hace unos años tuvo un accidente cuando estaba entrenando para presentarse a las pruebas físicas de triatlón Ironman. Le embistió un furgón que le dejó en coma durante tres días con varias fracturas óseas. A día de hoy, plenamente recuperado, casado y padre de familia, ha entendido el valor de la vida y "el derecho de los que menos tienen, a tener una igual o mejor" que la suya, así que decidió hacer cuanto estaba en su mano "para ayudar y colaborar".
Este osteópata trabaja solo en una pequeña clínica madrileña -su socio murió de cáncer hace unos años- donde atiende "todos los días a más pacientes de los que debería": "Desde que comenzó la crisis muchos de mis clientes no podían acudir a sus citas por falta de recursos económicos, así que decidí ofrecerles mis servicios y mis cuidados totalmente gratis".
La solidaridad de Javier no acaba aquí. Hace un mes compró una maquina de ultrasonidos para que sus pacientes, a quienes considera "amigos", puedan acudir cuando quieran a la clínica y usarla para rehabilitarse gracias a las sesiones de infrarrojos que él previamente les ha recomendado. "La necesito para trabajar, no me cuesta nada que la utilicen personas que no me pueden pagar si su bienestar depende de ellas".
EL ALTRUISTA SOLIDARIO
Sus fines de semana también están repletos de "buenas intenciones". Trabaja de manera altruista en un club de balonmano donde acude como profesional de la salud. Allí pone los medios y todo el material que necesitan los jugadores. .
Además cada año, en junio, pone dinero de su bolsillo, alquila un pabellón y organiza un partido de balonmano con profesionales de este deporte. El fin es recaudar comestibles para el banco de alimentos de Madrid. "El año pasado conseguí recaudar 1.500 kilos y este año 2.000",
se enorgullece en conversación con el Huffington Post.
Suele huir de la publicidad, razón por la que no ha querido dar más datos sobre su clínica, pero sí que utiliza el patrocinio cuando corre maratones. "Los personalizo. Cobro por cada kilómetro que he recorrido, y a cambio compro comida o algún bien de primera necesidad". Ahora está preparando dos nuevas obras sociales. La primera competir en el maratón de Sevilla para conseguir una buena suma de dinero y así poder reformarle el baño a su vecina Ángeles que sufre esclerosis múltiple y participar en otro torneo para comprarle una grúa de movilidad al hijo de su vecino, que sufre parálisis cerebral. "Los padres del chico están en paro y no pueden con el niño. Son mayores y él pesa mucho. Apenas tienen recursos, les es impensable poder ni siquiera pensar en la grúa. Pero ya estoy yo para echarles una mano".
Javier reconoce que tal vez este afán "que algunos incluso consideran enfermizo" por ayudar a los más necesitados no siempre resulta fácil de entender. Algunas veces hasta su mujer le recuerda que "no es posible salvar a todo el mundo", pero "si no lo hago, siento que falto a mi responsabilidad, porque soy un privilegiado". No hay día que no se levante pensando: "Volví a nacer, la vida son dos días, tengo que aprovecharla al máximo y hacer lo que me hace feliz".