La presidenta de Los Ángeles Malagueños de la Noche, Felisa Castro. | C. Díaz
Entre el puente de los alemanes, la parroquia de Santo Domingo y el Hotel Ibis, cada noche, cientos de almas erráticas que deambulan de un lugar a otro de la ciudad sin más horizonte que el de buscar cobijo para pernoctar, encuentran su maná en los Ángeles Malagueños de la Noche. Una asociación que se afana desde hace tres años por repartir alimentos con el objetivo de mitigar las heridas del hambre entre los más necesitados.
Cuando Felisa Castro puso en marcha esta iniciativa solidaria, no imaginaba la gran demanda que se iba a encontrar en poco tiempo. "Ha aumentado en dos años el número de gente que viene a pedirnos comida. Aunque no tenemos subvención pública, salimos adelante con la aportación de los ciudadanos y de los voluntarios", asegura.
A esta mujer activa que irradia fortaleza con sus acciones, en un viaje que realizó a Italia se le encendió la luz, y no precisamente las de las iglesias que recorrió por el país transalpino. En la estación de autobuses de Milán se percató como un grupo de voluntarios que se hacen llamar City Angels entregaba bocadillos y café a los sin techo'. "Creo mucho en los ángeles y pensé que era un mensaje que me mandaron mis propios custodios. Así que cuando regresé a Málaga decidí emprender esta aventura para tenderles la mano a las personas que han sido golpeadas por la vida", relata.
Estaba convencida de que el proyecto funcionaría, pero el comienzo fue duro. Durante los primeros días, Castro y varios amigos cargaban los termos de café y cola cao y llenaban las mochilas de bocadillos mientras rastreaban los rincones donde se resguardan del frío los indigentes. "Buscábamos en los alrededores de los hospitales y de la estación de autobuses, en el aeropuerto y debajo de los puentes de la capital", recuerda.
Ahora ya no se desplazan y cada tarde sobre las 19.00 horas, en la explanada donde se ubican las casetas de Los Ángeles de la Noche se agolpan numerosas personas en riesgo de exclusión social. "La imagen de esta gente a veces molesta a muchos ciudadanos, pero para asociaciones como la nuestra no son invisibles. Para combatir la crisis, la única receta posible es el refuerzo de la solidaridad partiendo de una reflexión optimista", subraya Castro.
En sus instalaciones el trabajo comienza por la mañana. Mientras unos recogen los alimentos que reciben de Bancosol, de varias panaderías y de particulares, otros preparan casi 1.000 bocadillos cada día. "Sin los voluntarios, este proyecto no funcionaría. Tenemos unos 100, de los cuales, un 15% son personas que antes nos pedían comida», aclara. Cada bolsa que entregan contiene dos bocatas, algo dulce si hay ese día, dos yogures y, aparte, les ofrecen bebida caliente.
Esta asociación necesita una media diaria de 30 kilos de embutidos y unos 60 litros de leche. Por ello, también piden la colaboración de aquellos supermercados "que tiran a la basura alimentos en buen estado". Hace unos días celebraron un festival en la Diputación de Málaga en el que para entrar sólo se requerían fiambres. "No pedimos dinero, sólo comida, especialmente embutidos, conservas en lata, fruta, leche, zumos, bolsas para picnic y vasos de plástico", añade.
Más allá de los alimentos que reciben los más necesitados, Castro asegura que lo que más aprecian es el calor humano que les brindan. "Agradecen los minutos que les dedicamos", dice. Para muchos de ellos la soledad es más dura que el hambre y el frío que pasan sobre el asfalto.
Nuevos perfiles
Aunque de las 450 personas que atienden, no todas son 'sin techos'. Al principio, drogodependientes, alcohólicos, enfermos mentales o inmigrantes que viven en la calle hacian cola en la caseta de esta asociación, pero ahora, la crisis está hollando con tanta fuerza que la necesidad de pedir comida responde a muchos perfiles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario