Lo necesario para disfrutar de una ‘buena vida’ consiste en aspirar, materialmente, a sólo aquello que de verdad necesitamos. Esta máxima universal, compartida por la mayoría de religiones y filosofías moralistas, está cada vez más alejada de los valores de las sociedades modernas y de la economía capitalista, pero si no se lleva a la práctica, la felicidad se convierte en una ilusión inalcanzable. Bajo estos preceptos morales, el economista Robert Skidelsky, biógrafo de John Keynes y miembro de la Cámara de los Lores británica, se ha propuesto sentar las bases teóricas de una nueva sociedad y, por ende de una nueva economía. Una cruzada compartida con su hijo Edward, profesor de filosofía en la Universidad de Exeter, y que sintetizan en el ensayo ¿Cuánto es suficiente? Qué se necesita para una ‘buena vida’ (Crítica).
El tándem entre Robert y Edward Skidelsky semeja la cuadratura del círculo ontológico, al conjugar sus perfiles económico y filosófico en una misma teoría y revestirla sin acritud adoctrinadora de los principios católicos. Sus tesis de enfoque neokeynesiano, que en Reino Unido han provocado todo tipo de reacciones menos la indiferencia, llegan a España de la mano de su último libro, y que ambos autores profundizan en una entrevista con El Confidencial. “La ética debe ser la base de la economía”, arranca Robert, con su característica rotundidad. “No hemos escrito el libro desde el punto de vista religioso, pero sí estamos muy influenciados e impresionados por la enseñanza moral del catolicismo y las encíclicas papales son el marco de referencia en el que nos movemos”.
Una ética económica
La humanización de la economía es para estos autores una obligación primordial y es el requisito imprescindible para comenzar a construir una sociedad más justa e igualitaria. “Cada vez nos alejamos más del ideal de la ‘buena vida’. Para ser felices necesitamos tener buena salud, mucho más tiempo de ocio, en el que hagas lo que realmente quieres y no lo que estás obligado a hacer, y recuperar las relaciones personales. Todo esto significa que no seamos consumistas ni pasivos”, explica Edward. Aunque a primera vista estos postulados parezcan fácilmente realizables hay dos factores, principalmente, que generan serias resistencias: la pérdida de influencia de la religión por un lado, y el auge del capitalismo por otro
“Existe una tendencia natural del ser humano a la insaciabilidad, pero el sistema económico capitalista impulsa todavía este carácter”, explica Robert. “Durante muchos siglos se resistió a esta tendencia desde el plano religioso y filosófico, insistiendo que no debemos mirar a los demás para saber qué queremos, sino mirarnos a nosotros mismos y a nuestras propias necesidades”, pero hoy en día prácticamente han desaparecido esos mecanismos de defensa, lamenta Edward. Sin embargo, lo más peligroso para los Skidelsky es que el consumismo se ha entroniza como fin en sí mismo y todas las dimensiones de la vida comienzan a girar en base a este.
Cambiar individualmente para evolucionar socialmente
“Tenemos que empezar con la publicidad. No digo que haya que abolirla por completo, pero el primer paso es reducirla. Ya sé que los medios de comunicación se financian con publicidad, pero es primordial buscar otro tipo de modelos para poder tener una televisión o un periódico sin depender tanto de ella”, explica acaloradamente el economista. En segundo lugar, continúa Robert, se deben establecer mecanismos de control a las actividades bancarias, principalmente, “para impedir que otorguen tantos préstamos a la ligera” para que la ciudadanía no caiga en la espiral consumista ni se endeude de por vida.
Para Edward, que en ningún momento duda en matizar las palabras de su padre mostrando una clara complicidad entre ambos, “primero tenemos que cambiar individualmente nuestra mentalidad porque ni siquiera estamos acostumbrados a la buena vida y, luego, para hacer posible este fin, habrá que hacer reformas económicas. La buena vida desapareció a medida que se fue reduciendo la influencia de la religión en nuestras sociedades”, por lo que advierte de la deriva a la que estamos abocados sino se produce un cambio de mentalidad colectivo.
“Desde luego que la sociedad no debe obligarte a que adoptes las posturas del ‘buen vivir’ porque eso sería comunismo. El impulso moral debe venir de la conciencia de cada uno y, luego el Estado ya nos podrá guiar y ayudar a seguir esa dirección. Pero solo una vez que la ciudadanía haya decidido que este sistema no funciona”, indica Roberts reforzando las palabras de su hijo y pupilo.
Del decrecimiento al ‘buen vivir’
Este momento histórico, caracterizado por una profunda crisis económica, es un momento ideal para lanzar reflexionar sobre estos conceptos. “Este estilo de vida no funciona, por lo que tenemos que buscar alternativas. En todas las crisis surgen procesos digamos que de inspección, y hemos descubierto que este sistema produce crisis inevitablemente y se aleja del buen vivir”, indica Roberts. Estas son las consecuencias de la crisis, pero el economista también apunta a sus causas: “Todas estas crisis cíclicas tienen que ver con que nuestro único objetivo es el crecimiento”.
Los planteamientos teóricos propuestos por estos autores guardan cierta relación con la teoría económica del decrecimiento surgida a raíz de la obra The Entropy law and the Economic Process (1971) de Nicholas Georgescu-Roegen y profundizadas por Serge Latouche. Sin embargo, preguntados por estas similitudes, Edward sienta en las bases éticas de la ‘buena vida’ las principales diferencias con el decrecimiento, de las que carecería según el filósofo. Aunque en el ensayo se presentan una serie de herramientas para el ‘buen vivir’ que comparte con el decrecimiento como: la reducción y distribución de la jornada laboral, la renta básica universal o, por supuesto, la máxima de “vivir mejor con menos”. “Nosotros no nos postulamos a favor o en contra del crecimiento, no se trata de eso, sino de proponer los medios para lograr una buena vida”, sentencia Skidelsky padre.
La defensa de la economía y el mercado local es otro de los rasgos compartidos con el decrecimiento. “Uno de los elementos de la buena vida es el contacto con la naturaleza, para lo que se necesita una sociedad equilibrada desde el plano industrial y rural”. Para llegar a este equilibro, continúa Roberts, “hay que empezar por abolir los acuerdos de libre comercio, y potenciar las medidas de apoyo a los mercados locales, defender para que la gente compre más en ellos y no tanto en las grandes superficies”. El economista también abraza fenómenos como el neorruralismo o el cooperativismo, pero advierte que, en tiempos de crisis como la actual estas experiencias “son medidas de emergencia, pero solo serán realmente útiles si se producen naturalmente como resultado de una decisión más generalizada”.
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