viernes, 2 de marzo de 2012

El pueblo japonés enseñó con su comportamiento tras el Tsunami....

    

                               


LA CALMA.- Ni una sola imagen de golpearse el pecho o de dolor. La muestra de dolor en sí ha sido dignamente llevada.
LA DIGNIDAD.- La disciplina en las colas para el agua y los alimentos. Ni una palabra áspera o un gesto de crudo.
LA CAPACIDAD.- De los arquitectos, increíble, los edificios se balanceaban, pero no caían.
LA GRACIA.- La gente compraba sólo lo que necesitaba para el momento, por lo que todo el mundo podía conseguir algo.
EL ORDEN.- No hay saqueos en las tiendas. No tocan la bocina y no adelantan en las carreteras. Sólo comprensión.
EL SACRIFICIO.- Cincuenta trabajadores quedaron atrás para bombear agua de mar en los reactores nucleares, sin pensar en cómo es que alguna vez los recompensarán.

LA TERNURA.- Los restaurantes redujeron los precios. El fuerte cuida a los débiles.
LA FORMACIÓN.- La gente de edad y los niños, todo el mundo sabía exactamente qué hacer, e hicieron precisamente eso.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.- Ellos mostraron moderación magnífica en los boletines. Ningún periodista publicó tonterías. Sólo reportajes para difundir la calma.
LA CONCIENCIA.- ¡Cuando se cortó la luz en una tienda, la gente volvió a poner las cosas en los estantes y se marchó en silencio!


Esta carta, escrita por el inmigrante vietnamita Thanh Minh que trabajó en Fukushima como policía, se la envió a un amigo en Vietnam.
Es un testimonio de la fuerza y dignidad del espíritu japonés, cuenta un retazo de la vida cerca del epicentro de la crisis en la central nuclear de Fukushima en Japón.

LA CARTA:
Hermano, ¿Cómo estás tú y tu familia? .
Estos últimos días, todo era un caos. Cada uno de nosotros debe trabajar 20 horas al día, sin embargo, me gustaría que hubiera días de 48 horas, para que podamos seguir ayudando y rescatar gente.
Estamos sin agua y electricidad, las raciones de alimentos se encuentran cerca de cero. Apenas se consigue trasladar a los refugiados antes de que haya nuevas órdenes para trasladarles a otro lugar.
Actualmente estoy en Fukushima, a unos 25 kilómetros de la planta de energía nuclear. Tengo tanto para decirte que si pudiera escribirlo todo, seguramente se convertiría en una novela acerca de las relaciones y comportamientos humanos en tiempos de crisis.
Aquí la gente mantiene la calma - su sentido de la dignidad y el comportamiento adecuado son muy buenas - así que las cosas no son tan malas como podrían serlo. Pero pasando una semana más, no puedo garantizar que las cosas lleguen a un punto en que ya no se pueda proporcionar la debida protección y el orden.
Son seres humanos después de todo, y cuando el hambre y la sed reemplacen la dignidad, van a hacer lo que tienen que hacer. El gobierno está tratando de proveer suministros por vía aérea, con alimentos y medicinas, pero es como dejar caer un poco de sal en el océano.
Hermano, hubo un incidente realmente conmovedor. Se trata de un niño japonés que enseñó a un adulto como yo, una lección sobre cómo comportarse como un ser humano.
Ayer por la noche, me enviaron a una escuela de gramática para ayudar a una organización de caridad a distribuir alimentos a los refugiados. Era una larga fila que serpenteaba un lado a otro y vi a un niño de alrededor de 9 años de edad. Llevaba una camiseta y un par de pantalones cortos. Estaba haciendo mucho frío y el niño estaba en el final de la cola. Me preocupaba que en el momento que le llegue el turno, no habría ningún alimento.
Así que hablé con él. Dijo que estaba en la escuela cuando ocurrió el terremoto. Su padre trabajaba cerca y se dirigía a la escuela. El estaba en el balcón del tercer piso cuando vio el coche de su padre barrido por el Tsunami.
Le pregunté acerca de su madre. Dijo que su casa está junto a la playa, que su madre y su hermana pequeña, probablemente no se salvaran. Volvió la cabeza, se secó las lágrimas cuando le pregunté acerca de sus familiares.
Estaba temblando por lo que me quité la chaqueta de policía y se la puse a él.
Ahí fue cuando mi bolsa de ración de alimentos se cayó. La recogí y se la di a él.
"Cuando llegue tu turno, podrías quedarte sin alimentos. Así que aquí está mi parte. Yo ya comí. ¿Por qué no te lo comes?"
El muchacho tomó mi comida, se inclinó. Pensé que se lo comería de inmediato, pero no lo hizo. Tomó la bolsa, se acercó al principio de la cola y la puso con toda la comida que estaba esperando para ser distribuida.
Me sorprendió. Le pregunté por qué no se lo comía, en vez de añadirla a la pila de los alimentos. Él respondió:
"Porque veo a gente con mucho más hambre que yo, si lo pongo allí, se van a distribuir los alimentos por igual.."
Cuando escuché eso me di vuelta para que la gente no me vea llorar.
Una sociedad que puede educar a un niño de 9 años de edad, que entiende el concepto de sacrificio por el bien común es una gran sociedad, un gran pueblo.
Bueno, en estas pocas líneas envío a tí y a tu familia mis mejores deseos. La hora de mi turno ha llegado nuevamente.

Ha Thanh Minh


Noticia recogida por Angelines

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