La mujer se llama Cleuza Aparecida Branco de Oliveira, de 47 años. Y su historia la ha sacado a la luz el periodista Augusto Fiorin del diario Folha de Sâo Paulo.
Cleuza, que trabaja en el basurero de la bonita ciudad de São José do Rio Preto, en el Estado de Sâo Paulo, se encontraba con frecuencia con obras de escritores famosos como Machado de Asís, José Saramago, Enrico Verissimo o con libros de poemas de Drummond entre basuras varias.
Ella que siempre había soñado con tener una pequeña biblioteca en su casa pobre de Mirassol, a cerca de 500 kilómetros de São Paulo, tuvo una idea mejor: iniciar una pequeña biblioteca en el mismo basurero para que los libros sirvieran para sus compañeros recogedores de basura como ella.
Poco a poco, escarbando para sacar a la luz libros arrojados a la basura, Cleuza llegó a juntar hasta 300 títulos. Y la biblioteca es ya una realidad. La gestionan 11 recogedores de basura y cuenta con un pequeño barracón donde hay un rincón para sentarse a leer y hasta una área para escuchar música.
La biblioteca no cobra por prestar los libros, ni tiene burocracia de registros. Se los lleva quién quiere y los devuelve sagradamente. Los libros encontrados repetidos están a la venta a cincuenta centavos de real cuyo valor se queda en la asociación.
El sueño de Cleuza es que sus colegas de trabajo en el basurero que sepan leer, se apasionen por la lectura.
¿Sólo una historia ejemplar? No. Mucho más. ¿Sólo un grano de arena en el Océano? No, mucho más. Es la emoción de aquella margarita que encontré una mañana florecida en una grieta de cemento en el campo de concentración de Auschwitz. Es la demostración de que hasta en los basureros nace el sol cada día y de que hay gentes que en medio de los deshechos no pierde ni la alegría ni la voluntad de superarse y de inventar.
Unas Navidades, el Presidente del pais, Lula se fue a visitar a esos recogedores de basura de la periferia de una gran ciudad. Ellos se emocionaron y abrazándolo lloraron juntos.
La vida se escurre por todas partes y anida pujante no sólo entre los grandes rascacielos de São Paulo, por los que revolotean los helicópteros de un millón de dólares, sino también en esas montañas de basura por las que planean los cuervos y los niños hambrientos disputándose restos abandonados de comida.
La vida anida también en esa mujer que ha hecho florecer una biblioteca con los libros de las casas a las que les sobra de todo, incluso libros para tirar al cubo de la basura.
Es un aldabonazo a nuestras conciencias de consumidores y derrochadores distraidos.
Ojalá hubieran much@s LULAS en el mundo
fuente: página de Facebook de Libros para la Paz
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