Escondido tras las piernas de su madre, Filemon, de ocho años, observaba con recelo a ese hombre de blanco que trataba de aliviar el dolor que sufría su abuela en la espalda debido a graves quemaduras. Tenía dos años cuando aquel señor comenzó a visitarlos con frecuencia. Su miedo fue desapareciendo al mismo tiempo que aquella crema traída de Hernani (Guipúzcoa) borraba esas heridas.
"Cuando le conocí pensaba que tenía algún tipo de discapacidad mental, no parecía poder comunicarse y físicamente estaba débil", reconoce Ángel Olarán, misionero en África desde hace más de 30 años. "No tenía aspecto de un niño sano: ni su pelo, ni su cara, ni su forma de actuar". Con el tratamiento de antirretrovirales [contra el sida] comenzó a mejorar y el inicio de la escuela aumentó la confianza en sí mismo. Hoy es un niño más. "Empezamos a notar su picardía, muchas veces nos cuenta batallitas como excusas para no venir a estudiar con el resto de niños".
Filemon, es uno de los 700 niños huérfanos a los que el Padre Blanco Ángel Olarán ayuda como misionero en Wukro una de las zonas más pobres de la región norteña del Tigray (Etiopía). "Empezamos a conocer familias de vecinos que se encargaban de chavales cuyos padres habían muerto. Podían estar pendientes de ellos, cuidarlos si estaban enfermos pero no tenían dinero para mantenerlos desde el punto de vista económico. Así es como empezaron a venir", explica.
Llegaron a atender a 1.300 niños en estas condiciones. "Algunos cuentan con sus tías o abuelas, otros no tienen a nadie y viven solos. Normalmente, los chicos de 14 años son los mayores de la familia, pero tienen ese apoyo del vecindario". Decidieron no ingresarlos en un orfanato, si continuaban en sus casas de siempre con la ayuda de sus vecinos estarían más integrados en la sociedad.
Buscan que no les falte de nada: financian todos sus gastos con la ayuda de las subvenciones del Gobierno etíope. Cubren derechos básicos como la alimentación, la salud (desde hace varios años tienen que pagar por ir al médico) o la educación. "Por ejemplo, este año se han presentado al examen de ingreso a la universidad 26 de estos chicos. De ellos, 22 han pasado con beca, tres han aprobado sin prestación y una chica ha suspendido. Nosotros nos vamos a encargar de todos los costes que generen los estudios universitarios de aquellos que no obtuvieron la ayuda", nos cuenta Ángel.
Crítica al sistema mundial
Realizan una labor de seguimiento en todos los sentidos. Pasan a ser una especie de 'ángeles' de la guarda que velan porque estos niños tengan una vida digna en contra de las impertinencias que en ocasiones impone el destino: hambre, sequía, sida, tuberculosis. Un destino que se oscurece en la medida en que desciende su posición en el mapa.
'Quitan el pan a los africanos para llevarlo a un banquete europeo'
¿Por qué? Ángel no tiene pelos en la lengua: "Tenemos mucho que ver aquí, pero el sistema económico internacional juega a favor de Europa y de una manera muy desleal. Es como quitar a una persona de aquí el pan de cada día, por si puede faltar en algún banquete de Europa", lamenta. Menciona además la "injusta competencia en el mercado internacional" donde Europa impone los precios de los productos africanos."Esta es una causa muy seria de la pobreza en África", concluye en una de sus cartas a España.
A sus más de 70 años, lleva la mitad de su vida en África como Padre Blanco. Llegó a Etiopía hace 18 años (antes estuvo en Tanzania), cuando recibió la solicitud de la administración local para ayudar en la creación de la Escuela Secundaria de St. Mary's. Allí continúa, con uno o varios proyectos para cada uno de los problemas que impiden el desarrollo de la zona. Su sueño: acabar con el hambre en Wukro. Muchos de sus esfuerzos buscan el aumento de la seguridad alimentaria, un problema nacional en Etiopía.
Hambre, sequía y sistema sanitario con copago
En esta zona sólo llueve dos meses al año. Un hecho preocupante si se trata de una región agrícola donde el 90% de sus habitantes subsisten a través de minifundios. Si no llueve, no hay cosecha; si no hay cosecha, no hay comida. "Uno de los medios para combatirlo es hacer que el agua de esas lluvias se quede allí estancada mediante la rehabilitación de torrenteras lo que permite regar 40 hectáreas, suficientes para producir dos o tres cosechas al año", explica.
La salud también es un tema espinoso desde que hace unos años comenzaron a cobrar dinero por acudir al médico. Ese copago que empieza a sobrevolar sobre los países del sur de Europa, llegó hace tiempo al continente africano. "Son recortes que el gobierno etíope hace para poder pagar su deuda con los países desarrollados", dice Ángel. Resulta familiar. "La diferencia es que las necesidades de Europa no son reales, aquí en España el dinero existe pero lo tiene quienes no deberían tenerlo. En África la pobreza es reala".
Antes de la implantación de esta medida en Etiopía sólo pagaban aquellos que tenían dinero. Ahora, todos. Algo preocupante para una región en la que es complicado alimentarse. Una noche de ingreso: 60 céntimos. Tratamiento para un catarro: 2 euros.
Muchos hospitales están casi vacíos en Wucro desde que tienen que pagar copago sanitario
Precios aparentemente bajos hasta que recordamos que en Tigray con 50 céntimos una persona puede comer durante todo el día, con un euro al día cubre la renta de su casa pero "muchos no tienen dinero para cubrir ese mínimo". Una medida que tiene sus efectos: "Ahora ves en los hospitales una tercera parte de las camas vacías, antes te las encontrabas ocupadas hasta por los pasillos", describe.
Esta es otra de las tareas de su misión: "todos aquellos que no asisten al médico por falta de recursos en Wukro, tienen asistencia pero algunos se nos escapan", lamenta. No se les escapó la abuela de Filemón: después de tres años, sus quemaduras desaparecieron gracias al milagro de una sencilla pomada. La madre del pequeño, afectada de sida, murió, pero hasta entonces Ángel comprobó, visita tras visita, que "nunca, en ningún momento, perdió la sonrisa".
"Algo cambió dentro de Filemón cuando su madre se fue" nos cuenta. El niño tímido decidió posicionarse como el 'hombre de la casa' y no dudaba en echar a toda la gente de su hogar cuando Ángel llegaba. "Quería protegerme", recuerda. Sin una razón aparente, trataba de defender a aquel señor vestido de blanco al que llamaba "papá" a escondidas cuando escuchaba desde casa el ruido de su coche, incluso cuando le miraba con recelo, aún antes de que supiera lo que significaría para él. Ni para cada una de las vidas sobre las que sus proyectos han actuado.
fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/26/solidaridad/1351240820.html
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