sábado, 7 de mayo de 2016

Energía solar contra la oscuridad del Amazonas y las favelas

Brasil aprueba una regulación que permite al consumidor generar su propia electricidad renovable.

La visión romantizada del Amazonas invita a pensar en un lugar idílico en el que la huella humana acaso sea entre las menores del planeta. Pero la vida en la mayor
reserva natural es dura para el hombre,no ya en la profundidad de la selva, sino en las transitadas orillas de los ríos —únicas vías de comunicación—, en un ambiente en que la electricidad es un bien ansiado, escaso y administrado a cuentagotas.

“En el Estado brasileño del Amazonas hay más de dos millones de personas sin electricidad de calidad”, explica Otacílio Soares Brito, miembro del Instituto de Desarrollo Sustentable Mamirauá. “La enorme superficie de la floresta hace inviable la creación de una red de distribución, por lo que los pueblos apenas logran producir electricidad de seis a diez de la noche con generadores de gasolina proporcionados por el Gobierno. Después de esa hora acaba todo: luz, refrigeración y ocio”, relata, desde el municipio amazónico de Tefé.

El
Instituto Mamirauá está desarrollando un proyecto para proporcionar electricidad por medio de paneles solares a decenas de comunidades amazónicas de pescadores y campesinos, con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida, según Soares Brito.
Sol para fabricar hielo

Dos comunidades han instalado placas fotovoltaicas —un sistema sobre boyas flotantes en el río y la otra en el tejado de una factoría de hielo— para permitir, por un lado, el envío de agua desde el cauce fluvial hasta las casas y, por otra, para fabricar bloques de hielo. El suministro del agua del río por medio de una bomba eléctrica alimentada por paneles ha permitido, entre otras cosas, que los niños puedan ahora tomar tantos baños como les plazca sin el temor paterno de que un caimán les arrebate la vida en la oscuridad de las orillas.

“Estamos tratando de mejorar la vida de las personas, pero también queremos permitirles agregar valor añadido a productos como la pulpa de fruta o el pescado. Sin hielo, esos productos difícilmente pueden ser comercializados en el exterior o simplemente conservados”, dice Soares Brito.

Los positivos resultados de la fase experimental están despertando conciencias en esta inmensa región habitualmente olvidada por los centros de poder brasileños, concentrados en el sudeste del país y que priorizan las políticas públicas en las zonas densamente pobladas (de votantes). Un grupo de pescadores de la comunidad amazónica de Boa Esperança pidió al Instituto la construcción de una pequeña fábrica —prevista para abril— dotada con tres congeladores alimentados por paneles solares para poder despulpar frutas, congelarla y, de esta forma, comercializarla en mercados situados a horas de barca del poblado, como Manaus.
La incipiente revolución fotovoltaica

Sin embargo, la revolución solar que algunos expertos anuncian en Brasil durante la próxima década, tras la implementación el 1 de marzo de una
nueva regulación que permite por primera vez la generación distribuida de energía y su conexión a las redes de distribución, tiene sobre todo consecuencias para los grandes centros urbanos.

Después de tres años de
históricas sequías y consecuentes apagones, que han evidenciado el exceso de dependencia de Brasil de su sistema hidroeléctrico — y que genera en torno al 70 por ciento de la demanda de electricidad—, millones de brasileños podrían transformarse ahora en prosumidores, acrónimo prestado del inglés que refleja el nuevo paradigma en el que parece avanzar la generación de electricidad: el consumidor es a la vez el productor de, por lo menos, una parte de su demanda.

“Estamos ante el inicio de una revolución, ya que por primera vez la sociedad brasileña puede participar directamente de la creación de una nueva matriz energética”, asevera Rodrigo Sauaia, presidente de la Asociación Brasileña de Energía Fotovoltaica (Absolar).

La normativa aprobada por el regulador brasileño de la electricidad (Aneel) permite, según Sauaia, “la generación compartida de energía solar entre varios clientes que pueden agruparse en forma de consorcio o cooperativas, así como la conexión de sus sistemas fotovoltaicos domésticos o comerciales a la red eléctrica para abastecerla cuando los paneles producen más de lo que se consume, o viceversa”.

“En 2014 había apenas 424 microsistemas solares conectados a la red eléctrica y en 2015 aumentaron a 1.731. Pero la Aneel prevé que para
2024 haya 1.2 millones”, explica Sauaia, un pronóstico de rápida expansión compartido por la totalidad de la docena de entrevistados para este reportaje.

A diferencia de Estados Unidos, Europa o China, donde se han utilizado ayudas estatales para fomentar el sector, en Brasil gran incentivo es el precio. Si bien la instalación de paneles exige una inversión considerable —en torno a 2.500 euros para un hogar donde viven tres personas— que muchas familias brasileñas no pueden permitirse sin financiación barata, el aumento de la tarifa eléctrica en hasta un
50% en el último año como consecuencia de las sequías favorece esta fuente sostenible. Ya han nacido iniciativas sociales o incluso negocios para aprovechar las nuevas oportunidades.

para saber más, fuente:
http://elpais.com/elpais/2016/04/29/planeta_futuro/1461915967_041451.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario