- Antes de cumplir los nueve años, Aidan ya había sido capaz de idear un aparato
- Gracias a esto ahora ha podido comenzar a dar clases de violín, explica su madre
Aidan Robinson las leyes de la genética le jugaron una mala pasada. Lo suyo fue una lotería macabra que en Estados Unidos sucede una vez cada 2.000 partos. El pequeño nació con un brazo izquierdo que acababa en el codo, una anomalía que a su madre, Jill, le comunicaron cuando estaba en el quinto mes del embarazo. Ya con el bebé en su casa de Rhode Island, tuvo que educarle en el manejo de prótesis más bien rudimentarias que durante años le impidieron ser lo que hoy dice que es, un niño completamente normal.
Esa normalidad no fue producto de los avances de la ciencia sino del genio y de la creatividad del propio niño. Antes de cumplir los nueve años, Aidan ya había sido capaz de idear un aparato con una conexión para acoplar diferentes objetos en el extremo, empezando con una mano hecha a base de piezas de Lego o un soporte para sujetar el arco de un violín. Resolvió además un problema que le atormentaba desde hace tiempo: cómo jugar a la Wii sin limitación alguna.
"Es un niño con unas ideas fantásticas", explica a Crónica Coby Unger, el diseñador voluntario de California que se decidió a formar equipo con Robinson para terminar de darle forma a su concepto inicial. Unger confiesa que su labor fue de apoyo, pero que el núcleo de la idea para encajar a la estructura principal distintas aplicaciones fue toda del menor. "Es el niño de nueve años más activo que he visto en mi vida. Está metido en kárate, gimnasia y en un montón de actividades".
Unger cuenta que Aidan ha convertido su discapacidad en una ventaja, en un factor que no permite que le afecte en su vida diaria o que le haga venirse abajo en el colegio. "Por eso me resultó más sencillo trabajar con él y conseguir interpretar el concepto de lo que estaba buscando. Su determinación me dejó impresionado".
Como un profesional
Todo surgió después de que el menor y su madre asistieran a un curso de verano en la Universidad de Brown, una de las más prestigiosas del mundo. Robinson sabía que existía la posibilidad de construir su propio brazo protésico y propuso la idea de la mano hecha a base de piezas de Lego en el extremo, además del resto de posibilidades. Suficiente como para que se fijasen en él y para que Unger se ofreciera desde California para ayudarle a crear un prototipo más profesional y fácil de reproducir.
Pese a la minusvalía de Aidan, su madre dice a Crónica que es un niño normal a la hora de valerse por sí mismo, acostumbrado a contarle a los que le preguntan que lo suyo "es algo de nacimiento", una cuestión genética que los médicos no fueron capaces de explicar. "Estaba embarazada de cinco meses y detectaron algo raro en las ecografías. Sólo se veía una mano en la pantalla", recuerda, sin que eso alterase su decisión de seguir adelante con el embarazo.
"Sin embargo, nunca ha sido un problema para nosotros en casa", ratifica orgullosa Jill, contenta de la clase de ser humano en que se ha convertido su primogénito."Es un niño perfectamente normal, con un nivel muy alto de confianza en sí mismo. Desde que nació decidimos no tratarle de modo diferente y por eso siempre se sintió capaz de hacer cualquier cosa como el resto de los niños. Todo lo que se ha propuesto hacer lo ha conseguido".
Aún así, también explica que su hijo ha pasado por muchos procesos en lo que a prótesis se refiere, afectado por el hecho de que no siempre ha sido fácil conseguir lo que necesitaba en un mercado mucho más acostumbrado a abastecer adultos que a menores. Eso y el agravante del precio, con productos que oscilan entre los 5.000 dólares en el caso de menores hasta los 15.000 dólares para los mayores, sabiendo además que las prótesis se quedarían pequeñas a medida que creciera.
Por eso el paso actual ha significado una liberación para Aidan, capaz con su creación de dedicarse a la música, por ejemplo. "Gracias a esto ahora ha podido comenzar a dar clases de violín, puede manejar mejor el instrumento", explica Robinson. "Es algo que surgió de él y que ha ido desarrollando".
Ha sido un cambio radical con respecto a sus días como recién nacido, cuando le compraron un brazo de plástico, como el de un muñeco, que le ayudó a desarrollar la psicomotricidad y el equilibrio de movimientos con su otra mano. Pero poco más.
Después, según se fue haciendo mayor, fue aumentado la complejidad de los aparatos que usaba, dando un salto, eso sí, hacia los brazos mioeléctricos que le permitieron convertir los movimientos de sus músculos en respuestas eléctricas para poder controlar la prótesis.
La mano automática
El problema que es su primer modelo se abría a su voluntad pero se cerraba de forma automática al cabo de unos segundos, como muestra del atraso que aún existe en ese mercado para niños. Fue víctima de lo que en la jerga del mundillo se conoce como un cookie crusher, por la falta de control de los niños y los destrozos que causaban con la mano sintética al cerrarla de forma brusca.
Los brazos con dedos articulados que pueden hacer movimientos complejos aún escasean en Estados Unidos, lo que llevó a Aidan a buscar otras alternativas. Con ese ímpetu asistió junto a su madre al campamento Superhero Cyborg Camp, una semana diseñada para menores con algún tipo de discapacidad en los brazos. Logró en esos siete días armar su producto usando partes de juguetes usados y herramientas donadas de una ferretería local, incluyendo las piezas del popular juego infantil de Lego que han hecho de su invento algo tan llamativo.
Entonces intervino Coby Unger, colaborando a distancia con el campamento: "Lo que propuso me pareció una visión única en prótesis que no había visto antes", cuenta. "Y tenía un enorme potencial para cambiar lo que significan las prótesis y lo que pueden significar en el futuro". Hasta el punto de poder llegar a hacer cosas que un niño normal no tendría a su alcance.
Tras esos primeros días de colaboración, Unger creó un modelo a partir del prototipo de Aidan, una prótesis que ahora puede ser modificada y adaptada a las diferentes fases de crecimiento. Un invento que ya ha despertado el interés de varios fabricantes dispuestos a producirlo a gran escala.
De acuerdo a Unger, la idea era crear algo más allá de las necesidades de un discapacitado, "algo positivo para personas que incluso no necesitan una prótesis", dejando atrás, sin duda, el viejo concepto del brazo sintético con un gancho al final o una mano inerte. "No hay motivo para que sea así cuando le puedes incorporar algo que puede ser divertido", explica.
Para Unger, el caso de Aidan Robinson "es una inspiración en toda regla". En la actitud de un niño al que "nada le detiene para hacer las cosas que otros de su edad pueden hacer de forma natural" ve el diseñador una puerta abierta a seguir explorando y recreando modelos que pueden ayudar a otros menores en otras partes del mundo.
A ese caso de cada 2.000 nacimientos en Estados Unidos con algún tipo de defecto en los brazos o en las manos que menciona la estadística, hay que sumarle muchos más que resultan mutilados tras sufrir accidentes. Ahora, gracias a la creación de Unger y Robinson, podrán tener acceso a tecnología mucho más sofisticada que la que existía hace tan sólo una década. El mismo invento de Aidan a base de piezas de Lego estará disponible en noviembre a través del portal de internet Instructables.com para cualquiera con acceso a una impresora en tres dimensiones. Su precoz desparpajo parece el camino a seguir.
fuente: Frater Albacete
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