Asustadas al principio, luego abriendo sus ojos de alegría, las mujeres y las niñas se bañaron en el mar, riendo, chapoteando y uniendo sus manos, golpeadas por las olas. Estos viajes empezaron hace un año gracias a la idea de una israelí y se han convertido en un pequeño y decidido movimiento de desobediencia civil.
Las mujeres eran palestinas del sur de Cisjordania, un territorio sin acceso al mar y cuyos habitantes tienen prohibido entrar en Israel. Ellas y las doce mujeres israelíes que les condujeron hasta la playa se arriesgaron a ser acusadas de un delito penal. Eso es, precisamente, parte de lo que persiguen: protestar por lo que ellas, palestinas e israelíes, consideran leyes injustas.
En la machacante rutina de las relaciones entre israelíes y palestinos —no hay negociaciones, las recriminaciones son mutuas, la distancia entre ellos se agranda, al igual que la deshumanización—, el viaje ilegal es algo extraño que une el más sencillo de los placeres con la más compleja de las políticas. Muestra por qué la coexistencia aquí es difícil, pero también por qué hay, en ambos lados, personas que no quieren renunciar a ella.
“Lo que estamos haciendo aquí no cambiará la situación”, dice Hanna Rubinstein, que ha viajado a Tel Aviv desde Haifa para participar en la acción. “Pero es una actividad más para oponernos a la ocupación. Llegará el día en que la gente preguntará, como ahora pregunta sobre el Holocausto, “¿Sabías…?”. Y yo podré decir: “Sí, lo sabía y actué”.
Estos viajes empezaron hace un año gracias a la idea de una israelí y se han convertido en un pequeño y decidido movimiento de desobediencia civil.
Ilana Hammerman, escritora, traductora y editora, estaba en Cisjordania aprendiendo árabe cuando una niña palestina le dijo que anhelaba salir del territorio, aunque fuera por un día. Hammerman, de 66 años, viuda y con un nieto, decidió llevarla ilegalmente a la playa. La excursión, descrita en un artículo que escribió para el suplemento de fin de semana del diario israelí Haaretz, animó a otras mujeres israelíes a invitarla para dar charlas y, después, a crear un grupo al que han llamado No vamos a obedecer. Un grupo derechista las denunció a la policía, que las citó para ser interrogadas.
En un anuncio publicitario del periódico, el grupo de mujeres declaró lo siguiente:
No podemos aceptar la legalidad de la Ley de Entrada en Israel, que permite que todos los israelíes y todos los judíos se muevan libremente por todos los territorios entre el Mediterráneo y el río Jordán, mientras priva a los palestinos de este mismo derecho. No se les permite moverse libremente dentro de los territorios ocupados y tampoco por las ciudades y pueblos situados al otro lado de la Línea Verde, donde sus familias, su nación y sus tradiciones están profundamente arraigadas.
Ellas y nosotras, ciudadanas normales, dimos este paso con una idea clara y decidida. De esta forma, tenemos el privilegio de experimentar uno de los más hermosos y emocionantes días de nuestras vidas, conociendo y entablando lazos de amistad con nuestras valientes vecinas palestinas, y todas juntas ser mujeres libres, aunque solo sea por un día.
La policía ha interrogado a 28 mujeres israelíes. Sus casos están pendientes de resolución. Hasta el momento, ninguna de las mujeres y niñas palestinas ha sido arrestada o interrogada por la policía.
El viaje a la playa de la semana pasada ha sido singular. Las mujeres palestinas fueron disfrazadas. Se sentaron en los asientos traseros de los coches israelíes, conducidos por mujeres judías de mediana edad, y se quitaron los pañuelos y las ropas largas. Cuando los coches atravesaron un puesto de control del ejército israelí, todas saludaron con las manos.
Fuente: Israeli Women That Risk Arrest To Take Palestinian Women To The Beach, Window Into Palestine, 16/10/2013
fuente: usocl
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