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Quizá se deba al ruido en el que vivimos: informático, ambiental, mental... Necesitamos reencontrar un poco de silencio espiritual. Trabajamos demasiado y eso nos empobrece.
¿En su empresa no?
En mi empresa trabajamos de ocho a cinco y media con una pausa importante para comer. Has de tener tiempo para ti mismo, porque es la única manera de curar el mal del alma.
Cierto.
Yo hasta los 15 años fui agricultor. Éramos una familia numerosa. No teníamos electricidad, vivíamos con velas y había mucho silencio. Cada día al anochecer, con mi padre, mis tíos y mi abuelo, rezábamos bajo el cielo por la cosecha y por el día siguiente. Era una forma de plegaria.
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Años después supe que Gandhi dijo que la plegaria es la nostalgia del alma. Nostalgia de uno mismo.
Se le conoce como el empresario filósofo.
Yo no estudié nada, hice tres años de Ingeniería y sólo aprobé una asignatura. Nos trasladamos a la ciudad y me pasé diez años en el café del barrio discutiendo sobre los grandes ideales con estudiantes de filosofía, con lugareños..., y así empezó mi interés por la filosofía. Leí y leí.
¿Y qué pasó?
Recuerdo a mi padre humillado, no por el trabajo duro en la fábrica, sino por el trato.
¿Le vio llorar por ello?
Sí, y decidí que trabajaría por la dignidad humana. Y los grandes filósofos me han ayudado cómo: “¿Tú eres dueño de ese trocito de mundo o eres custodio?”... La vida del custodio es más bonita que la del propietario, tienes menos miedo a perder.
Anidaron en su cabeza grandes ideas.
No pasa un día que no recuerde las palabras de Marco Aurelio, pronunciadas en medio delcaos, la guerra, la peste: “Cálmate. Apoya a la humanidad. Vive en armonía con la naturaleza. Vive como si fuera el último día de tu vida...”.
“Proyecta como si fueses a vivir eternamente...”.
Todo eso me fascinó y se plasmó en mi vida. Y creo que caminamos hacia otro mundo, otra manera de estar; se ve en los jóvenes, más conscientes, capaces de vivir de manera más respetuosa y armoniosa. Vamos a mejor.
¿Cómo creó su fábrica?
Tomando las lágrimas de mi padre como referencia, preguntándome qué necesitamos... Un poco de amabilidad, si es posible un euro más, trabajar en un lugar respirable... La empresa y la fábrica que he creado están en el burgo medieval de Solomeo.
Lo ha restaurado usted enterito.
Sí, es un lugar hermoso. Hemos reformado la antigua fábrica. Hemos abierto grandes ventanas... ¡Porque no tenía ventanas! El ser humano necesita ver el cielo a través de las ventanas; llevé esa filosofía a toda la empresa. Nadie ficha por la mañana, pero hay reglas, nadie puede ofender a otro; si lo hace es despido fulminante.
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He apostado por la responsabilidad humana: si tienes que ir al dentista con tu hijo, nadie te da una autorización, se lo comentas a tus compañeros. Y la tasa de absentismo laboral es cero. El hombre necesita antes la dignidad que el pan.
¿Esta mentalidad le ha llevado a cotizar en bolsa?
Si te sientes apreciado, ¿cómo serás mañana? Tu creatividad crecerá y te sentirás parte de algo. Cada ser humano tiene un porcentaje de genio, de diferente naturaleza e intensidad. El emperador Adriano decía: “No he conocido a nadie que tras un halago no se sienta mejor”. Sí, la dignidad también puede cotizar en bolsa.
¿Tiñendo cachemir ha llegado tan lejos?
Una empresa se edifica sobre una idea, y la mía fue teñir el cachemir de colores insólitos, avivar la artesanía local, porque yo creo en el made in Europa, y en apostar por un crecimiento armonioso y un beneficio sano.
Ha creado usted, restaurando edificios del siglo XVI, un teatro, un anfiteatro, un foro de las artes, una biblioteca...
Hay que alimentar el alma. Cada año organizamos la temporada de danza, teatro, conciertos. Somos unos 5.000 habitantes, de los cuales 1.500 trabajan en mi empresa. Los países desarrollados tenemos el deber de ser los primeros en encontrar un camino nuevo de vida basado en el respeto, la dignidad y la colaboración.
Habrá tropezado con el lado oscuro.
Creo que está naciendo una nueva forma de capitalismo, sostenible, respetuoso. Nadie compraría nada si fuera consciente de que su fabricación ha hecho daño a otros.
Somos muy contradictorios.
Tras esta crisis necesitamos una regeneración. Heráclito dice que mientras las cosas reposan el mundo se regenera. Tras esta crisis ha de venir una regeneración espiritual, moral, civil. La necesitamos. Y si crees en algo que sucederá para mejor, tendrás más valor. Yo no quiero ayudar a empeorar el mundo.
Entiendo.
Si al final de mis días alguien dice: “Ha muerto una buena persona”, habré cumplido mi sueño. Ese es mi epitafio: “Ha muerto un pequeño custodio de una pequeñísima parte del mundo, durante una pequeñísima parte de tiempo”.
Somos custodios que embellecemos el mundo.
Gentileza de Isabel Mengual
Fuente:
Gentileza de Isabel Mengual
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